El Chocó es reconocido mundialmente por su biodiversidad, siendo hogar de más de 2.000
especies de plantas y una fauna única que incluye jaguares, tapires y tortugas marinas. Esta
riqueza biológica ha llevado a que la región sea considerada un “pulmón del mundo”,
desempeñando un papel clave en la regulación climática y la conservación de especies.
Sin embargo, al recorrer las calles de Quibdó —capital del departamento— se evidencia una
contradicción alarmante: la escasez de árboles en el espacio público. La configuración urbana,
caracterizada por calles estrechas, sumada a un crecimiento desordenado, ha llevado a la
eliminación sistemática de áreas verdes. Los pocos árboles que aún sobreviven se encuentran
encerrados en patios privados o en los centros de manzana, inaccesibles para la mayoría de los
ciudadanos.
Según datos de Global Forest Watch, entre 2001 y 2023, Quibdó perdió
aproximadamente 6.050 hectáreas de cobertura arbórea, lo que representa una disminución
del 0.91% desde el año 2000.
Esta pérdida de vegetación urbana tiene consecuencias significativas: aumento de las
temperaturas, reducción de la calidad del aire y pérdida de hábitats para la fauna local.
Además, afecta directamente la calidad de vida de los habitantes, quienes carecen de sombra,
espacios recreativos y confort térmico en una de las regiones más cálidas y húmedas del país.
La morfología urbana de Quibdó, heredada de una estructura tradicional ribereña y
transformada sin planificación ni enfoque ambiental, ha perdido su relación armónica con el
entorno natural. Las viviendas de madera sobre pilotes y calles con vegetación han dado paso a materiales y diseños que poco responden al clima y la cultura local.
Frente a este panorama, se hace urgente repensar el modelo de desarrollo urbano, integrando
la naturaleza como un componente estructural de la ciudad. Esto no solo implica sembrar
árboles, sino implementar políticas públicas sólidas que promuevan la conservación y
expansión de áreas verdes, el diseño climático de la vivienda, la educación ambiental y la
participación comunitaria.
Quibdó, en el corazón de una de las regiones más biodiversas del planeta, no puede seguir
respirando sin árboles. Esta paradoja debe convertirse en un llamado a la acción colectiva:
construir una ciudad que no solo habite el trópico, sino que lo respete, lo refleje y lo preserve.
Andrés Fernando Córdoba Mesa, Arq.
Especialista en Ingeniería y Construcción-Universidad de Medellín.

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